miércoles, 15 de enero de 2014

Confesiones de una naranja

Hola, soy tu naranja. Me has comprado en la verdulería del “bolita”, como solés llamar al boliviano que trabaja todo el día juntando fruta y vendiéndola. Yo estaba ahí, en ese cajón. Hacía calor. Un perro  me abanicaba con su cola peluda, pero después se fue detrás del carnicero. Y llegaste vos. Dijiste “Deme un kilo de naranjas” y el verdulero se acercó al cajón, agarró a unas cuantas de mis hermanas y a mí. Podría haberme dejado, no me llevo bien con mis hermanas, son muy engreídas, se creen las mejores naranjas desde que estábamos en el naranjo de Tucumán. Porque soy una naranja tucumana, ¿sabías? No, qué vas a saber. Bué, la cuestión es que me agarraron a mi también, me metieron en la misma bolsa que a mis hermanas y nos pesaron. Un kilo justito, mirá qué calidad. Después me paseaste por la vereda, compraste pollo, pobre pollo, compraste algo en la farmacia, te pesaste y te quejaste porque subiste unos kilos, y bué, qué se le va a hacer, fin de año te hace engordar, o eso escuché por ahí. Después llegamos, linda casa la tuya, un primor de cocina. Nos acomodaste en una frutera y nos expusiste, orgulloso en la mesa, como si fuéramos la gran atracción. Mis hermanas estaban locas de contentas, el estrellato con el que tanto soñaban, al igual que las primas, esas que un chico agarró para hacer malabares en la esquina, terminan mareadas ero todos las ven y encima pagan. Mirá, incluso nos lustraste, ¿viste qué brillo? Nunca me hubiera imaginado, allá en mi planta de Tucumán, que después del viaje que me tuve que comer, con esa acalor, en ese camión, el camión se rompió, después esa bajada violenta en el mercado central, después otra vez al camión hasta la verdulería, ah…insoportable. Como te decía, nunca me hubiera imaginado, que iba a terminar acá. Já, qué lujo.
Ahora veo que me has obsequiado algo lindo, te comiste a mis hermanas. ¿Qué, te sorprendés? Yo lo sé todo, te las comiste, pero mirá, ni me molesta porque ya te digo, eran unas pesadas. Me siento bien, cómoda, reinando en tu frutera.

No pensarás comerme, ¿no? ¡Soy tu naranja! Recordá que sabés mucho de mí, pero que yo también sé mucho de vos, como las miraditas a la mucama cuando tu mujer anda cerca. ¿Que si es un chantaje? Totalmente, soy una naranja, pero no soy tonta. ¿A que ahora no te animás a comerme?

5 comentarios:

  1. Buen cuento, me gusto :3
    Que lindo que aya otra Argentina en Blogger (hay muchas pero ni hablamos :$)
    Okey linda, no se qque decir a si que vamos a lo comun:
    Sube pronto y besos!

    Cuidate.

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  2. Pobre naranja... me temo que va a correr la misma suerte que sus hermanas, jajajaja.

    Me gusta este cuento.
    Muy original.
    Yo también escribo algunos.
    En mis etiquetas de ciencia ficción tengo algunos puestos, y próximamente es posible que publique los que estoy enviando a un concurso de internet, por si a alguien le gustan. De momento no voy mal, voy quinto clasificado.
    Un abrazo.

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  3. No sé porqué no puedo responder ¬¬ este blogger, este blogger...
    Sabi, sos conocida, pero ni sabia que eras argentinian!
    Rojo Merlin, voy a mirar bien tu blog y a leer tus cuentos, buena suerte, ya verás que quedas primero!

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  4. Hola.
    Soy tu naranja, aunque ahora no tenga forma de naranja. Esto es una carta que te escribo desde las profundidades de las cloacas. No hace falta pues que te diga la suerte que corrí, pues tú, traidora, en la que confiaba y en la que deposité mi entera confianza, decidiste comerme. Y pensar que me caías bien...
    Maldita sea. Me arrancaste la piel, a tiras. No te imaginas lo que duele. Está bien, no era la mejor piel del mundo y siempre me quejé de ella; quería ser como el melocotón, ¡qué se le va a hacer! Pero, oh, humana, tampoco era caso que me la arrancaras con tanta saña y crueldad como lo hiciste.
    Grité. Derramé mi jugo. Pero tú no me escuchaste o no quisiste hacerlo, obcecada como estabas en la gula, ansiosa por comerme. Y lo hiciste. Dolió, y mucho, Y me traumatizó el hecho de comprobar de primera mano que el interior del cuerpo humano no es en absoluto agradable.
    Y aquí me tienes ahora, transfigurada, deformada. Y lo que es peor, comparto ahora cuerpo con una de las estúpidas de mis hermanas a la que me encontré de nuevo en tu estómago.
    Triste vida la de la naranja. Maldigo, humana, la hora en que posaste tu vista en mí. Ya jamás confiaré en vosotros. Jamás.
    Atentamente,
    La Naranja quiso ser tu amiga.

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  5. Cristina: cada día me quedo corta con los adjetivos que tengo para vos, porque cada día ME VOLÁS LA PELUCA!

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