lunes, 30 de junio de 2014

Dear Diary parte 2

¡Hola a todos!
Continuaré con la anterior entrada de “Dear Diary”. Para saber de qué se trata, pueden entrar aquí.
Vamos con dos diarios más.

Dear Diary IV.

“Un chico que buscaba su lugar en el mundo. Después de muchas desgracias, al final ha conseguido lo que quería.”



Querido diario:
                       Hoy es 30 de diciembre. Mañana termina este año en el que tantas cosas han pasado. No sé si calificarlo como bueno o malo, pero sí diré que fue…distinto. O especial. Muchos días transcurrieron desde que dejé mi casa armado de un sueño y mi guitarra. Pobrecita mi guitarra, que poco tiempo después falleció. Al igual que papá. Sé
que nunca nos llevamos bien, que nunca le gustó mi amor a la música, que prefería verme estudiando arquitectura. Pero también sé que hoy estaría orgulloso de mí. Seguramente no lo reconocería, pero sé que estaría orgulloso.
                          Pasar estas fiestas en casa y sin él es algo complicado. Pero lo conseguí. Soy el chico famoso que deseaba ser, hago lo que me gusta, escribo lo que pienso y canto para todos. Sí, este año fue especial, costó lograr un lugar, vivir sin dinero apegado a la solidaridad de alguien que pusiera algo en mi gorra, perder mi herramienta, la guitarra, y robar una, con la consiguiente vergüenza…Robar, nunca pensé que lo haría. Y rehusarme al dinero fácil de los que me ofrecían vender cosas raras… Pero puedo decir que es el mayor logro de mi vida y no todos pueden decir lo mismo.




Dear Diary V

“Ciudad. Hora pico. Hombre de 30 años vestido con traje, corriendo por la calle abriéndose paso entre la gente”




Querido Diario:
                    Hoy me pasó algo muy extraño. Estaba en el metro, ese lugar tan apretado y hediondo, viajando desde la oficina hacia el restaurant donde se hacía la reunión esa, la de la multinacional que quiere hacer negocios con la empresa. Odio el metro, odio el transporte público, y por eso tengo a mi Mercedes, tan cómodo como mi cama. Pero no, justo hoy, el Mercedes decidió no arrancar. Es un auto de miles de dólares, es nuevo, es exclusivo, ¡y no funciona! Llamé al técnico, dijo algo del…bueno, no sé, él sabe de eso. Se lo llevó, lo traerán mañana por la mañana. Así que todo el día me manejé en el jodido transporte público.
                    Como siempre, en el metro iban niños sucios y desprolijos, vendiendo estampas de santos. Pasaron uno, dos, tres, el cuarto dejó sobre mi pierna la estampa de un santo que me llamó la atención, tiene un perrito. Me pareció simpático, así que saqué algo del bolsillo interno del saco, allí guardo los billetes de bajo valor. El niño pasó, iba a recoger la estampa pero le di el billete. La dejó y se fue, sin siquiera mirar el billete. Pensé que era un desagradecido, pero lo vi muy pequeño y quizás ni sepa el valor del dinero. Bajé del metro y caminé las calles que faltaban para llegar al restaurant. Busqué mi teléfono celular, también estaba en el bolsillo interno, lo saqué y junto con él los billetes que quedaban. Los conté, había unos cincuenta dólares entre billetes de uno y diez y algunas monedas. Era exactamente la misma cantidad que guardé allí antes de salir de casa. Abrí mi billetera, conté y….recordé que al salir de la oficina, no sé porqué diablos, había guardado un billete de cien dólares en el bolsillo del saco. Y en la billetera faltaban cien. Quería decir que al niño le había dado cien dólares. CIEN DÓLARES por una estampa de un santo. Corrí hacia la estación del metro, el niño era pequeño y no protestaría si le cambiaba el billete por uno más bajo. Corrí y corrí, ¿sabes que la gente no se parta cuando corres? Llegué a la estación, estaba atestada y de pronto, a lo lejos, vi al niño. Cuando lo alcancé, vi que estaba con una mujer que parecía su madre. Iba a decirle que me diera mi dinero, que me había confundido, pero la oí decir que con ese dinero compraría la medicación para un tal Jim. Se veían contentos y reían, como hace mucho que yo no río. Llamé al niño y le dije que me diera otra estampa. Me dio una, ni la miré, y le pagué con otros cien, así compran más medicación para Jim. Me fui caminando, me sentí muy raro, como me siento ahora escribiendo esto.

              Hoy creo que fui un hombre bueno. 






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